viernes, 3 de febrero de 2017

Microrelato: Condena



La oscuridad la tapaba con su manto. Ella se sentía vulnerable y asustada. Temblaba y recordaba la luz que hacía meses que no veía. Llevaba mucho tiempo viviendo entre sombras y no había nadie que pudiera hacer nada para salvarla de tan nefasto destino.
La cuenta atrás había empezado, en pocas horas se presentarían dos guardías ante las puertas de su celda dispuestos a cumplir con la condena que le había sido impuesta.

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jueves, 2 de febrero de 2017

Microrelato : Esther


Esther le observa en silencio, escondida entre las sombras para que el no la descubra. Agarra fuerte su pecho notando las pulsaciones de su pobre corazón destrozado. Ya hace demasiado que fantasea como debe ser estar entre sus brazos, el olor de su pelo recién lavado y salir a pasear cogiendole de la mano como una pareja normal.
Pero sabe que eso es imposible. Suspira y mete una mano en uno de los bolsillos de su abrigo, entre sus dedos nota el pequeño objeto metálico y se dedica a juguetear con él durante un rato. Nota la culpa en la boca de su estómago y observa su rostro en el escaparate que tiene justo enfrente. Aún no se acostumbra a su apariencia, ya no hay piel en aquella cara que durante años enamoró a miles de personas, sólo una masa de piel cicatrizante.
Ya no hay vuelta atrás, sabe lo que tiene que hacer. Del bolsillo del abrigo saca la cuchilla de afeitar con la que estaba jugando y hace el primer corte en su muñeca izquierda. La sangre no tarda en brotar. Repite la misma operación y se deja caer en el suelo con ambos brazos descansando en el suelo.
El color carmesí tiñe el asfalto y Esther espera conseguir la paz que tanto lleva esperando.


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jueves, 29 de octubre de 2015

El miedo

Superar un miedo es complicado. Somos muchos  los que durante una época determinada de nuestra vida nos ha dado pánico traspasar la seguridad de nuestra casa y enfrentarnos al más allá. Y los motivos son varios, imposible numerarlos en cuatro palabras, pero están ahí y depende de nosotros mismos superarlos o no. 


Durante mi niñez y adolescencia tuve miedo de traspasar la puerta de mi casa. ¿Y porqué? Todo por culpa de un puñado de infelices que durante casi 12 años me hicieron la vida imposible. Des de los cinco años hasta los diecisiete fui un títere a su merced. El “carnicero” era el jefe de todo (a día de hoy aún lo sigo llamando así y eso que evita mirarme a la cara cuando nos cruzamos por la calle) fue él el que se encargó de que nadie jugase conmigo y me pasaba los recreos metida en clase o jugando en algún rincón. Mis brazos estaban llenos de moratones porque el “carnicero” no soportaba tener que sentarse a mi lado en tercero de primaria, porque el era así, un machista ya desde pequeño y otro hombre que odiaba a las mujeres. Si me encontraban por los pasadizos del colegio era divertido que alguien me hiciera la zancadilla, incluso a veces en la calle también era “super guay” o cuando los días de lluvia no podíamos salir al recreo y teníamos que quedarnos dentro si o si era normal ver bolas de periódico volando en mi dirección.



Lo bueno es que los profesores nunca hacían nada o directamente pensaban que el problema eras tu y te tachaban de bicho raro. Quizá mi error fue callar y no hablar con nadie del tema, lo pasé sola, pero eso también me hizo más fuerte y a día de hoy me ayuda a afrontar situaciones de todo tipo.
Superar un miedo cuesta, yo lo conseguí. Querer es pode

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miércoles, 16 de octubre de 2013

Taller Literario Be Literature #4 participación




No sé como me habrá quedado....últimamente me cuesta bastante escribir, a lo mejor sufro del famoso "bloqueo del escritor". Aunque no me considero escritora para nada, las letras me repelen creo yo.

Sabor a Marfil 

Observaba su “obra” con gesto orgulloso. En su mano derecha sostenía un lápiz de labios rojo muy gastado y sus dedos estaban ligeramente manchados de carmín. 
El que hasta hacía tres horas había sido su novio descansaba sobre un manto de sangre, tenía varias heridas en el abdomen y su mirada carente de vida se perdía en algún punto remoto del techo.


--Me gusta tu nuevo aspecto Joseph-- decía ella mientras con el labial rojo repintaba los labios del difunto por enésima vez – Y pensar que creías que habías podido engañarme -- rió sarcásticamente – Esa insignificante Isabella Norton no me llega ni a la suela de los zapatos.

Sobre la cómoda descansaba el arma del crimen. Un imponente cuchillo de caza de punta afilada y mango de marfil. Lo recogió y lo guardó en su bolso de piel de cocodrilo y justo antes de salir del apartamento se apresuró a limpiar sus posibles huellas. 
Ahora sí, todo estaba impoluto. En su sitio, sin ningún tipo de desorden sospechoso y con un cadáver descansado sobre la alfombra.

– ¿Te veré en el infierno? Supongo que sí – preguntó antes de cerrar la puerta a su espalda. Acababa de hacer un buen jaque, y ahora tocaba el “mate” , Isabella Norton disfrutaba de sus últimas horas en algún lugar de la ciudad y ella iba a poner fin a ellas.  
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martes, 1 de octubre de 2013

Taller Literario Be-Literature

Otro relato más para el taller literario. Este relato esta fatal, no me ha dado tiempo a corregirlo y pido disculpas por los errores que os podáis encontrar. Igualmente os doy las gracias por leerlo.



La sombra se movía a su alrededor. Ella era plenamente consciente de que alguien a quien no lograba ver seguía todos sus movimientos. Apretó las zapatillas de ballet contra su pecho y a paso rápido se dirigió hacía su camerino.
Respiraba con dificultad. Notaba como un sudor frío cubría su cuerpo y la sensación de ser vigilada iba en aumento. Por fin, después de lo que le pareció una eternidad llegó al camerino y entró de forma apresurada.
Allí se permitió exhalar un suspiro de puro alivio. Entre aquellas cuatro paredes se sentía medianamente segura, aunque la sensación de peligro moraba por todo el lugar.
Moviéndose lentamente, se sentó frente al espejo y a la mesa improvisada que hacía de tocador. Agarró una esponja y empezó a frotar casi de forma histérica su cara. Intentando eliminar de esta forma, los restos de maquillaje.

A medida que el maquillaje iba desapareciendo de su rostro, la temperatura de la estancia iba cayendo en picado. Una extraña bruma se colaba a través de la puerta y lo iba cubriendo poco a poco de un manto gris.

Alarmada se dio cuenta de que la cosa no iba nada bien. Quiso ver su reflejo en el espejo pero este no le devolvió imagen alguna. Llevó su mano hasta su pecho y pudo comprobar el tamborileo histérico de su corazón.
Ya estaba. Ella lo sabía. Él estaba allí para cobrar su deuda.

--Mi preciosa Nola-- oyó como él la llamaba por su nombre de pila.

 A su espalda se dibujaba la figura de un hombre alto, de mirada felina y con unos colmillos de serpiente por dientes.

--Mi señor...yo......-- se apresuró a decir Nola.

--No hay excusas mi pequeña. Quiero lo que es mío, aquí y ahora....-- la voz del hombre sonaba más como un gruñido animal que a algo humano.

--Pero....mañana es la última función, solo quiero....algo, algo más de tiempo para que él pueda verme......-- a su espalda oyó una risa que helaba el alma.

--Como sois las criaturas humanas.....os dejáis llevar por la absurdez de los sentimientos y termináis por convertiros en seres patéticos y sin vida.

Nola no hizo caso a este último comentario. Lloraba histéricamente entre pequeños hipos. Sabía que había sido una estúpida confiando en aquel ser que una vez le había prometido el mundo. Y ella, se lo había creído durante un tiempo. Los carteles adornaban toda la ciudad con su rostro "Vengan a ver a la nueva promesa del ballet, Nola Kellan". Y sí, había disfrutado de su momento de gloria, pero las cosas se torcieron. Adam llegó a su vida en el momento menos apropiado y se enamoró perdidamente de él. Aunque su amor no era correspondido. Durante semanas le enviaba cuartillas hablándole de sus sentimientos, de las grandes cosas que podrían hacer juntos pero jamás recibía respuesta. Soñaba con verle entre el público con su mirada puesta en ella. Expresándole que él sentía lo mismo, que su amor iba más allá que cualquier cosa y que quería hacerla su esposa. Pero no, jamás llegó a pasar. Eran meras fantasías que su mente se empeñaba en crear.

--Por favor Nola, si sabes perfectamente que él jamás vendrá...tu no significas nada

Y ante aquellas palabras Nola supo que decía la verdad. Fue como despertar de un sueño y ver la realidad.

--Llegaste aquí siendo una triste limpiadora y yo te convertí en bailarina, te devolví la vida. Y ya es hora de cobrar mi precio.

Le tendió algo y ella por impulso se dio la vuelta recogiéndolo de sus manos. De primeras no supo lo que era. Después se fijó más y observó la figura alargada y reluciente de una pequeña navaja. Tenía un mango negro como el carbón y la figura de un ángel grabada en plata.

--Ya sabes que hay que hacer-- Nola asintió.

Se levantó y aferró la navaja contra su pecho. Con pasos lentos se dirigió hacía el único ventanal que componía el camerino. Lo abrió de par en par y se subió al alfeizar. No quiso mirar hacía atrás. Clavó la punta de aquella arma contra su maltrecho corazón y simplemente se dejó caer.

Su señor se dirigió hacía la ventana y la vio tendida en la calle. Inerte y carente de cualquier vida.
--Adiós mi pequeña bailarina......-- murmuró mientras desaparecía de aquel lugar. 
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domingo, 22 de septiembre de 2013

Bajo la luna de medianoche


Abrió la puerta sigilosamente, el olor a lavanda le sobrevino nada más cruzar el umbral. Porque aunque el lugar llevaba más de veinte años cerrado todo seguía exactamente igual. Paseó sus dedos por encima de los viejos muebles y no se sorprendió cuando una fina película de polvo quedó impregnada en sus dedos.

--Mi dulce y querida Anna.....-- murmulló a través de sus viejos labios agrietados.

Con paso lento y dificultoso debido a su avanzada edad se acercó a los grandes ventanales y retiró el pesado cortinaje que los cubría. La luna, apenas visible a través de la mugre de los cristales, hacía el vago intento de iluminar el interior de la estancia.
Cuadros, vajillas y un sinfín de cachivaches apilados en montones, adornaban la parte central de lo que en su día fue el salón principal.
Cabizbajo, Ginés, se dejó caer en lo que un día había sido un moderno sofá francés y del interior de su americana sacó un viejo recorte de periódico. En el, se veía a dos jovencitas vestidas de flamencas deleitando a un grupo de público invisible con coplas y bailes españoles. Dos lágrimas resbalaron por el rostro curtido del viejo y evocó la imagen de adolescente de su querida y amada Anita Delgado.
 
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domingo, 1 de septiembre de 2013

Taller Literario "Be Literature"

Acabo de apuntarme a un taller literario que organiza el blog "Be literature" donde quincenalmente nos dejan una serie de "inspiraciones" ya sean fotografías o canciones y a partir de allí debemos componer nuestro relato.

El mio se titula "Desde el fuego eterno"

Inspiraciones:
http://www.youtube.com/watch?v=RAtacHPAHLI




Alguna parte del infierno, Enero de 1850



Mi muy querida Eleanor;


Imagino tu disgusto al enterarte de que verdaderamente yo era el culpable de todo lo que sucedía en la casa. Lo siento querida. Siempre quise contártelo pero el me lo impedía. “El amor es para los débiles” susurraba en mi oído durante las largas noches en las que te tuve en mis brazos. Primero fue la muerte del señor Rochester. Tan fácil. Sabía que era hombre débil y se dejaba llevar por la palabrería mundana. Le entretuve con diferentes historias sobre mis antepasados. Historias de guerra y muerte. Ni se inmutó cuando en un momento de descuido introducí un pequeño polvillo blanco en el interior de su coñac. Sus facciones cambiaron cuando terminó de tragar el primer sorbo, se puso lívido. Apretaba su garganta con dedos torpes intentando abrirse camino para aspirar una mísera gota de aire. Pero no pudo. En menos de un minuto abrazó la muerte y pude oír una risa de puro regocijo del amo. ¿Sabes? Él habitaba en el sótano, lo descubrí el primer día que nos trasladamos a “Morvette Manor”. ¿No te acuerdas que bajé al sótano para dejar unas cajas? Estúpido de mí, bajé los primeros escalones con la ilusión que allí abajo podría montar mi estudio de pintura. Pero no. Cuando me encontré en superficie plana una opresión en el pecho me hizo detener. Noté como un frio indescriptible recorría mi cuerpo y al respirar mi aliento se dibujaba en la penumbra. Tuve que apoyarme en la pared preso de un extraño temor. Cuando creí que había recobrado la compostura, vislumbré un par de ojos rojos observándome. Eran atrayentes, mágicos. No podía apartar mi mirada de ellos.

--Roger.....-- la voz salió de la nada. Sonaba como un lamento de puro dolor, pero entendí mi nombre.

--¿Quién es....?-- susurré a duras penas. La presión en el pecho se hacía cada vez más pesada. El aire no me llegaba, un temblor casi histérico hizo acto de presencia en mi cuerpo.

Escuché una risa ahogada acompañada de unos pasos. Pasos que se aproximaban hasta donde me encontraba.

--¿Seguro que no sabes quien soy?-- los ojos rojos estaban más cerca y no se apartaban de los míos.
Negué, cada vez más asustado. Otra risa.

--Nací a la sombra de otro, a la semejanza de muchos y condenado a vivir en la ignorancia-- absorbía cada palabra de aquella voz como si fuera el más exquisito manjar-- Mi reino es poderoso, demasiado-- a medida que que la voz iba desvelando parte de su historia podía ver como se dibujaba una silueta. Un vago trazo de un hombre alto-- Y tu Roger, me ayudarás a que ese reino siga creciendo.

La voz se paró. Y en ese momento Eleanor, lo supe, estaba condenado. Aquel que apenas unos segundos atrás acababa de hablar conmigo adornaba páginas de los libros más antiguos. Su presencia era visible en miles de frescos de los sitios más sagrados del mundo. Si, Eleanor, si. El señor del infierno moraba en nuestra pequeña casa y me había escogido a mi para llevar a cabo sus deseos.

El señor Rochester fue el primero de muchos Eleanor. Le siguieron varios miembros del servicio, incluso miembros de mi propia familia cuyos nombres no quiero recordar.

Cuando me di cuenta de que aquellas muertes habían sido obra de mis manos quise poner fin a todo. La policía andaba dando palos de ciego y ya era hora de darles un culpable.
Intenté hablar con el amo y decirle que ya no podría controlarme más, que no obedecería ninguna de sus ordenes. Que equivocado estaba. Aún recuerdo su sonrisa gutural cuando le expliqué mis intenciones.

--¡Jamás Roger!¡Jamás podrás escapar de mí!-- Y cuando quise darme cuenta observé como mi cuerpo se precipitaba por uno de los ventanales del dormitorio principal. ¿Cómo podía ser? Yo estaba en el sótano, no en la parte de arriba de la casa. Pero tenía respuesta para aquello, había sido cosa del amo.
Mató mi cuerpo y se llevó mi alma consigo.

¿Y donde Eleanor? Pues a su reino, un lugar donde el fuego no deja de crepitar ni nos deja descansar. Donde otros muchos como yo, se convirtieron en sus títeres y nos condenamos.

Sé que jamás podrás leer estas líneas y que creerás que mi muerte fue otra de las muchas inexplicables que acompañan la historia de nuestra casa. Pero no, morí pasa salvarnos, salvarnos a todos.

Siempre tuyo;


Roger
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